martes, 3 de diciembre de 2013

Renacer, una y otra vez

A veces me parece que estoy metida dentro de muchos huevos. A medida que pasa el tiempo parece que voy rompiendo cascarones. Una y otra vez, cascarones simultáneos y superpuestos se van abriendo para dejarme salir, y las imágenes del mundo van ganando claridad, aunque siempre cubiertas por telas de algún otro cascarón.
Este año rompí a penas -y digo a penas, porque fue doloroso y lleno de penas- uno tan potente y transparente, que no me había dado cuenta que estaba ahí. Uno que se parecía a mí, que se acoplaba a mi cuerpo, haciéndome creer que era yo. 
Dejé de escribir, dejé de pintar, dejé de cantar. En los últimos tiempos había vivido una especie incubación alienante, tibia, cómoda como un vientre de madre, pero como tal, limitante, quiero decir, superresguardante. Antes había sido yo, y morí. Después me re-gesté, y morí, y nací. Ahora soy tan yo, y lo seré más cuando vuelva a nacer. Porque, al menos si tenemos la mirada vuelta adentro, se puede ver que vivir consiste en nacer y morir, una y otra vez. A veces a diario y a veces en años. Así acumulamos una serie de vidas que se siguen y se cortan, conviven y se aplastan, porque somos muchos Yo. Algunos dirán que es crecer; a eso me refiero yo también. 
Me regocija la capacidad de asombrarme con cosas sencillas que espero nunca perder.
Y ahora vuelvo a escribir, y a pintar, y a cantar. 
Porque soy tan Yo, tan simple, tan elemental.


lunes, 21 de enero de 2013

A tu vista y paciencia (Alumbramiento)

Me voy a desnudar
a tu vista y paciencia
me voy a desflorar la piel

Voy a quebrar las aguas
con mis raíces flagelantes
eterna corriente de inmutabilidad

Pedirás mamar la sabia de mis pechos
mientras mehundo en la tierra
a tu vista y paciencia

Querrás plantar la vid en mis entrañas
pero yo 
florezco y muero con el Sol

Voy a parir la tierra
a tu vista y paciencia
para aguantarte el paso
en mis caderas de piedra
hasta que el camino se te pierda




sábado, 19 de enero de 2013

Círculo amoroso


¿Qué es el amor? ¿Despertar a diario pegado a su cuerpo o no haber conciliado el sueño pensando en cómo sería tener entre los dedos una sola hebra de su pelo? Qué ridículo círculo transitar de lo segundo a  lo primero, para, entonces,  querer  lo segundo de nuevo.  Ay, qué ganas de fundir los niveles, o no verlos.  Qué ganas de no haberme hecho tan tonta: tengo el péndulo en equilibrio, y lo perturbo.