miércoles, 12 de octubre de 2011

El Ejercicio de la Palabra

(o del Otro Blog)

Desde la adolescencia -cuando comencé a ocupar las palabras a mi gusto- me aqueja la capacidad de aprehensión que tiene el lenguaje sobre los pensamientos y, en particular, las emociones. Casi siempre me pareció una capacidad insuficiente, no obstante fuera la única herramienta que tenía a la mano para congelar esos actos de mi conciencia. Cuando la descubrí, como juguete nuevo, la ocupé hasta el hartazgo, eso queda evidenciado en el Otro Blog que me contuvo en esos años; de a poco se  fue agotando, incluso tuve que usar la fuerza, intenté así varias veces sacar un par de líneas, pero ya no parecían acaudalar tanto contenido como antes, sobre todo luego de que descubrí las vertientes de la forma en la poesía 
La poesía es un terreno que todavía exploro y que apenas comienzo a comprender; en ese Otro Blog hay testimonios de que el modo de los versos fue pre-dominándome conforme pasó el tiempo, igual que un exceso de lógica e intentos de clarificación: la vida universitaria, el bagaje de lectura filosófica y un taller de poesía en la Facultad de Medicina, me hicieron dar cuenta de que todo lo que creí que había escrito bien, no alcanzaba a ser suficiente. Es verdad que conseguí amoldar mis ideas a mejores curvas, pero también es cierto que esto pide muchas menos palabras, y más dedicación. Levanto una ovación a los poetas y a los versos meticulosos, también a los despreocupados, pero tengo admito que escribir demasiado es lo que ahora me viene mejor -algo que había integrado a mi vida sin los pudores literarios que ahora me ahogan, y que, entre libro y libro, se me escapó.

Volver a escribir, esa es la cuestión de este blog. Cambié la imagen del Otro Blog, la forma de sus letras, sus enlaces, pero todo tenía demasiada historia -que consta de algunos episodios un tanto destestables, los que inspiran este cambio virtual; y otros muchos mejores, claro- y a pesar de que poco me gustan los cambios, o al menos los que impliquen deshacerme de mis archivos viejos, tener un espacio sin "ver entradas más antiguas" es una especie de respiro, aunque virtual (He desechado el cuaderno que me acompañó en las noches de insomnio también, ahí donde desenvolví las formas de escritura más indiscretas que he logrado, supongo que me hará falta otro lápiz y otro papel).

Escribir demasiado, es lo que me pide el vivir demasiado y pensar demasiado. Una única manera de poner en "orden" las ideas sobre lo que sea, es la que abro acá: lo que sea, escrito. No hay temática, ni resúmenes de 300 a 600 palabras (fórmula primera de toda ponencia que pretenda presentarse en algún congreso formal), ni bibliografías obligatorias, ni recomendadas.
Escribir demasiado, lo que sea, es la manera de ejercitar esa otra parte de uno que pide el vivir pensando, y volviendo a pensar sobre lo vivido: el ejercicio de la palabra como espejo del ejercicio del pensamiento, como un recipiente de los propios pesos mentales y como elemento de una fraternidad ideológica -me refiero al compartir mediante las palabras: la comunicación    (que tanto se necesita en la posición del "animal social" que somos)