La manzana de Eva no está en la garganta.
Se lleva en los pezones, la vergüenza, el pecho
oculto entre siete velos y la espalda encorvada
sobre el peso del pecado que se cae al frente.
Se lleva en el nacimiento,
al principio.
Es verde. Como tierra de mujeres,
el campo y sus hijos, que no dejan de parir
frutos de árboles prohibidos.
Roja. Como la mancha entre nuestras piernas,
el clítoris hinchado y las mejillas sonrosadas.
Dulce, como la salvia en la piel exhausta.
La vívora anida entre los labios femeninos
se desliza desde dentro y devora
seductora, lame a los Abeles
y de ella el veneno es verbo,
el principio.
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