jueves, 23 de julio de 2015

La muerte, la conciencia y la verdad. Fin.

De la búsqueda de la verdad concluí que no existe tal, sin embargo hay una certeza que modela todo lo previo a ella. La muerte es el punto final que cambia el sentido de todo lo anterior; de la vida. Y de muertes hay más que físicas, pues, aristotélicamente hablando, todo cambia y, entonces, todo acaba, todo muere. Es preciso tener presente, para no confundirnos ni con pasados ni futuros, que todo es pasajero y eso no cambia nada, salvo en la conciencia, que es donde la muerte hace acto de presencia, el resto sigue igual: la materia no se crea ni se destruye. Está en el darse cuenta.
Perdóname que sea tan sincera, pero no pretendas poseer nada más que este momento, que todo lo demás se lo lleva la corriente. La seguridad de un abrazo dura lo que alcanzan los cuerpos a plegarse. No supongas por ello que son falsos, es sólo que las verdades duran sólo un instante.

La manzana de Eva y la culpa de las mujeres


La manzana de Eva no está en la garganta.
Se lleva en los pezones, la vergüenza, el pecho
oculto entre siete velos y la espalda encorvada
sobre el peso del pecado que se cae al frente.
Se lleva en el nacimiento,
al principio.

Es verde. Como tierra de mujeres,
el campo y sus hijos, que no dejan de parir
frutos de árboles prohibidos.
Roja. Como la mancha entre nuestras piernas,
el clítoris hinchado y las mejillas sonrosadas.
Dulce, como la salvia en la piel exhausta.

La vívora anida entre los labios femeninos
se desliza desde dentro y devora
seductora, lame a los Abeles
y de ella el veneno es verbo,
el principio.